Un mensaje claro de que en la industria turística, especialmente en el segmento MICE, aún hay historias que sorprenden por su consistencia, su enfoque humano y su capacidad de articular voluntades donde antes solo había esfuerzos dispersos. La Oficina de Convenciones y Visitantes de Chiapas —bajo la dirección de Víctor Bermúdez— está siendo nominada al Ángel del Turismo en la categoría Gestión Pública en Turismo de Reuniones, lo que más que nunca nos invita a mirar con otros ojos al sur del país.
Porque Chiapas no compite desde la obviedad. Compite desde la integración.
Mientras otros destinos siguen centrando sus estrategias en recintos, conectividad o grandes patrocinios, Chiapas ha tomado una ruta distinta: formar un ecosistema donde gobierno, iniciativa privada y comunidad médica —por poner un ejemplo concreto— colaboran en una sinergia poco común. “Nosotros no patrocinamos a los empresarios para que participen, los integramos en una visión compartida del destino”, dice Bermúdez, con un tono más de constructor que de vocero.
En los últimos meses, los congresos médicos han sido el pretexto perfecto para demostrar que el turismo de reuniones puede tener una utilidad más profunda. Lo que en otros estados sería simplemente una derrama hotelera de cuatro noches, en Chiapas se convierte en formación médica local, atención directa a comunidades vulnerables y capital social que permanece después de que se apagan los reflectores del evento. “Los congresos médicos nos dejan dos cosas: atención especializada a quienes más lo necesitan y conocimiento actualizado para nuestros propios médicos, que muchas veces no pueden costear un evento nacional o internacional”, afirma Bermúdez.
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La estrategia tiene nombre y rostro: “Chiapas es extraordinario por naturaleza”. Pero la extraordinareidad no es solo escénica, sino estratégica. La Secretaría de Turismo estatal ha identificado dos pilares de desarrollo: naturaleza y turismo de reuniones. Y dentro del MICE, cinco destinos han sido segmentados con precisión quirúrgica: Tuxtla Gutiérrez, San Cristóbal, Comitán, Palenque y Tapachula. Cada uno con una vocación distinta y, más importante aún, con metas realistas. “No vamos por eventos de seis mil personas. No podemos ni queremos. Nos vamos a volver hiper especialistas en eventos medianos, que nos permitan garantizar una experiencia de calidad, con una atención genuina y recursos bien distribuidos”, remarca el director.
El secreto parece estar en la corresponsabilidad. Cuando un evento llega, no lo recibe solo la OCV: lo recibe el Estado. Y no en sentido figurado. Si es un congreso médico, el Secretario de Salud entra al juego; si es educativo, la autoridad correspondiente también participa. No se trata de armar un comité, sino de hablar en el mismo lenguaje que el organizador. “Yo me encargo de la parte turística, pero ellos hablan médico con médicos. Y eso hace toda la diferencia”, explica.
Esta visión de gestión pública tiene resultados medibles: en lo que va del 2025, Chiapas ha competido por cada sede que ha querido… y las ha ganado todas. No por volumen, sino por enfoque. No por presupuestos ilimitados, sino por claridad de propuesta.
Así, mientras otras oficinas aún operan bajo lógicas institucionales verticales, Chiapas —con sus carencias y retos— está construyendo una narrativa distinta. No vende lo que no tiene. No promete lo que no puede sostener. Pero lo que sí tiene, lo defiende con una estrategia que le ha valido no solo nominaciones, sino también el respeto de una industria que suele mirar primero al norte antes de voltear al sur.
“Chiapas lo tiene todo”, dice Bermúdez. Y esta vez, no suena a eslogan. Suena a posibilidad.
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