Lo que se celebró en Jalisco con la conformación del nuevo Consejo Estatal de Turismo no solo fue la presentación de una estructura colaborativa, sino la afirmación de un liderazgo territorial que quiere transformar la forma en que se articula el turismo en México. Y para quienes están dentro del sector MICE, hay un mensaje claro: Jalisco no compite. Lidera.
Con una visión integral, el nuevo consejo representa una propuesta inédita en el país: unir a los cuatro fideicomisos estatales –Guadalajara, Puerto Vallarta, Costalegre y los Pueblos Mágicos– bajo una estrategia coordinada, alineada y con visión de largo alcance. No es un comité de coyuntura, es una toma de posición. Porque en un país donde cada destino suele caminar con agenda propia, Jalisco ha decidido avanzar en bloque, complementando capacidades y especializando productos. Lo que ocurre con este consejo no es solamente organizacional. Es político, es estratégico y, sobre todo, es oportuno.
Miguel Andrés Hernández y Gustavo Staufert, quienes encabezan esta nueva etapa desde sus respectivas vicepresidencias, entienden que no se trata de competir entre destinos vecinos, sino de construir una oferta sistémica que responda a las exigencias de los mercados globales. Ambos representan dos caras de una misma moneda: el poder de atracción de las costas y la capacidad logística de una ciudad como Guadalajara. Pero lo que los hace fuertes no es la suma de sus talentos, sino la coherencia con la que interpretan el rol que Jalisco debe asumir en la industria turística de alto valor.

El estado presume más de 50 mil habitaciones hoteleras y un número creciente de espacios dedicados a eventos. Pero las cifras no bastan. La infraestructura no habla por sí sola si no hay una visión que la articule. Y eso es precisamente lo que el nuevo consejo quiere dejar claro: aquí hay una agenda. Una que entiende que la inversión aeroportuaria no se mide solo en millones, sino en rutas que conectan oportunidades. Que la sostenibilidad no es un discurso, sino una estrategia. Que los segmentos –eventos médicos, religiosos, deportivos, de incentivos o asociativos– no son nichos aislados, sino partes de un ecosistema que debe desarrollarse con inteligencia.
La conectividad aérea, en particular, ha tenido un impulso inédito: más de 20 rutas nuevas en menos de un año. No es casual. La promoción internacional se hace con datos, pero también con relaciones. Las caravanas de Jalisco en mercados clave como Colombia, Perú, Brasil o España no se quedan en la promoción tradicional; van acompañadas de producto, de acervo y de experiencia. Esa combinación –visión técnica y emoción bien dirigida– es la que ha permitido consolidar un posicionamiento que trasciende coyunturas.
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Lo mismo ocurre con la sostenibilidad. En Guadalajara, la lógica se invirtió. No se esperó a que todo el sector adoptara una agenda verde. Se eligió una feria estratégica –Intermoda– y desde ahí se comenzó a capacitar, a transformar desde adentro. Hoy, cinco de las ferias más grandes del país están alineadas al modelo de impacto positivo que el propio Gustavo Staufert presentó hace unas semanas en Granada, ante líderes globales del turismo responsable. La historia no es menor: Guadalajara se colocó en tercer lugar entre las ciudades más sostenibles dentro de la Global Destination Sustainability Index. En menos de cuatro años. Sin alardes, con resultados.
En paralelo, el Consejo ha emprendido un ejercicio técnico notable: fortalecer el barómetro turístico, actualizar el inventario de productos, clasificar los acervos por potencial y reestructurar circuitos estratégicos. La información, tratada con rigurosidad, se vuelve inteligencia. Y con inteligencia se pueden tomar decisiones que beneficien tanto al visitante como al sector privado. Es ahí donde los destinos encuentran su punto de equilibrio: cuando la utilidad de los eventos es compartida, cuando el organizador genera negocio y el anfitrión legado.

La visión de largo plazo es clara. Se quiere atraer inversión extranjera directa, consolidar el rol de Jalisco como destino ancla para eventos internacionales y redistribuir el turismo hacia productos complementarios como los pueblos mágicos, las experiencias religiosas, la gastronomía, el romance o la cultura viva. Todo eso con una premisa no negociable: el evento que llegue a Jalisco debe generar impacto positivo. Económico, sí, pero también social, ambiental y reputacional.
Hoy, Guadalajara es sede de ferias con reconocimiento mundial, como Intermoda o Expo Transporte. Puerto Vallarta atrae lanzamientos de marca y congresos corporativos que encuentran en sus playas más que belleza: encuentran conectividad y especialización. Y juntos, como ecosistema turístico, están construyendo algo más robusto que una narrativa de promoción: están diseñando una política pública moderna, articulada con la iniciativa privada y pensada para consolidar un modelo que puede ser referente en América Latina.
Por eso, el Consejo Estatal de Turismo no es solo una estructura administrativa. Es una declaración. Jalisco ha entendido que el futuro del turismo no está en sumar eventos, sino en multiplicar impactos. Y que el liderazgo se ejerce cuando la industria camina unida, con claridad de rumbo y con la convicción de que lo mejor está por venir.
