En el corazón de Atlixco, Puebla —a las faldas del Popocatépetl y a tan solo dos horas y media de la Ciudad de México— hay un lugar que no se parece a ningún otro. No solo por su arquitectura virreinal que resiste con elegancia el paso del tiempo, ni por los detalles de diseño que abrazan lo contemporáneo sin romper con la esencia colonial. Hacienda Santo Cristo es otra cosa: un destino con alma, pensado para quienes buscan experiencias con intención.
Durante nuestra visita, fuimos testigos de una hospitalidad cuidadosamente orquestada para crear bienestar. La filosofía que impulsa a este hotel no se limita a recibir huéspedes, sino a provocar sensaciones. Lo logran desde el primer contacto con la propiedad, donde cada habitación invita al descanso consciente, donde la luz natural entra como un susurro entre paredes de piedra, y donde el huésped elige el aroma que acompañará su estancia. Pequeños gestos que dicen mucho: aquí el confort se personaliza, se honra y se cuida.
Caminar por Hacienda Santo Cristo es dejarse envolver por una historia viva. El recorrido por sus espacios es, en sí mismo, una narrativa. Alejandro Montiel, director general del hotel, nos compartió la visión detrás de cada rincón. La Capilla consagrada, la Terraza La Corona, la gran Explanada bajo la carpa, la íntima Cava Santo Cristo con sus muros de historia y su vocación para catas y reuniones. Todo respira propósito. Todo está diseñado para que los eventos no solo sucedan… se sientan.

Y es precisamente ahí donde esta propiedad adquiere fuerza para el turismo de reuniones. Porque cada espacio de la hacienda ha sido diseñado no solo para funcionar, sino para emocionar. El segmento MICE encuentra aquí un equilibrio casi perfecto entre la infraestructura necesaria y un entorno que fomenta la conexión verdadera. No se trata de ofrecer salas frías con luz artificial: se trata de espacios que estimulan la creatividad, que invitan a la reflexión y que abren el camino a experiencias memorables.
La gastronomía, comandada por el Chef Christopher Mendoza, es otra protagonista. Desde los sabores tradicionales reinterpretados con maestría en Comedor La Troje, hasta las propuestas holísticas de Madre Tierra —el nuevo restaurante que apuesta por el equilibrio entre cuerpo y entorno—, cada platillo tiene un vínculo con la tierra. En nuestra visita, una cena maridaje en la cava nos permitió saborear ese compromiso: ensalada con frutos rojos y vinagreta de maracuyá, filete en salsa de tres pimientas y fresas a la romanoff con helado de vainilla. Todo armonizado con vinos de Bodegas Tres Raíces, elegidos especialmente para enaltecer cada ingrediente. Una experiencia ideal para grupos que buscan reforzar la identidad local a través de los sentidos.
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Pero lo que verdaderamente distingue a Hacienda Santo Cristo es su capacidad de integrar cuerpo, mente y entorno. Para los grupos que buscan ir más allá del evento, la propiedad propone experiencias integradoras: sesiones de yoga al amanecer, rituales con cuencos, temazcal tradicional, caminatas por el laberinto medieval, masajes en el Spa Agua Viva y momentos de introspección que hacen que los encuentros sean más humanos y memorables. Todo está conectado. Todo tiene intención.
Este espacio se ha convertido en un referente para bodas destino, eventos boutique y celebraciones con alma. El equipo de la hacienda lo entiende bien: no se trata solo de ofrecer un venue, sino de ser co-creadores de historias que marquen. La Capilla, viva y consagrada, es elegida por parejas que buscan espiritualidad auténtica. La Explanada, con vista al Popocatépetl, se convierte en el corazón de eventos que combinan tradición y sofisticación. Y la cava, con su atmósfera envolvente, es un regalo para quienes buscan encuentros íntimos y con sentido.

Todo esto ha sido posible gracias a una visión clara: conservar la historia de la hacienda sin renunciar a la innovación. Así lo expresa Valeria Solís, del equipo de relaciones públicas, quien subraya que el mayor aprendizaje del equipo ha sido justamente ese: respetar la esencia de la propiedad y adaptarla a lo que los viajeros contemporáneos buscan hoy. Porque en Hacienda Santo Cristo no se improvisa: se honra.
Hoy, el sueño es claro: convertir este lugar en un referente nacional de hospitalidad con enfoque wellness. Y no es una meta lejana. Ya lo están logrando, con cada huésped que llega buscando más que descanso; con cada organizador de eventos que elige no solo un espacio, sino una experiencia con carácter.
Aquí, en Hacienda Santo Cristo, la hospitalidad no es una industria: es una convicción. Cada rincón está pensado para dejar huella, para elevar las emociones y ofrecer sentido. Y nosotros, en Panorama Turístico, fuimos testigos de cómo un hotel puede convertirse en inspiración, en espacio de encuentro… y en experiencia con evolución.
