En la industria de reuniones hay cifras, métricas y salones. Pero también hay alma. Esa que no aparece en los informes, pero que sostiene todo lo demás. Esa que se ve en la mirada de quien recibe con calidez, en la sonrisa de quien guía un grupo por calles históricas, o en el orgullo de quien sirve un plato que fue cultivado a pocos kilómetros de distancia. Esa alma es la que define hoy a Perú como un destino MICE con propósito.
Durante su participación en WMF Connections Cusco 2025, María del Sol Velázquez García, directora de Promoción de Turismo de PromPerú, compartió con Panorama Turístico una visión clara, apasionada y profundamente humana del rol que juega hoy el turismo de reuniones en la recuperación y el reposicionamiento del país.
“Tenemos que volver a poner a Perú en vitrina”, afirma. Y no se refiere solo a los atractivos turísticos, sino a algo más profundo: a mostrar al mundo que Perú está listo para recibir, para conectar, para inspirar. En 2019, el país recibió 4.4 millones de visitantes. En 2024, apenas alcanza los 3.2 millones. “Nuestra meta es recuperar ese flujo, pero también mostrar todo lo que hemos avanzado a pesar de los desafíos”, dice, con honestidad.

La estrategia está clara: apostar por eventos de alto impacto, traer al país foros, congresos y encuentros que pongan a Perú de nuevo en el radar global. Y para ello, han identificado ciudades con alto potencial: Lima, Cusco, Arequipa, Trujillo, Iquitos e Ica, todas con infraestructura, conectividad y servicios capaces de albergar grandes eventos, pero también con identidad, cultura y una historia que contar.
Y es ahí donde aparece el factor diferenciador: la hospitalidad. “Lo que más destaca el visitante no es solo la maravilla de nuestros destinos, sino la amabilidad de nuestra gente. Esa capacidad de hacerte sentir en casa”, explica. No lo dice como funcionaria, sino como peruana. Y lo respalda con datos: encuestas realizadas por PromPerú han mostrado que esa calidez es el valor más recordado por quienes visitan el país.
Pero la conversación va más allá del discurso turístico. Velázquez habla del turismo como un motor social, emocional y colectivo. “El turismo es una cadena circular donde todos estamos involucrados”, repite. Y lo ejemplifica con sencillez: el agricultor que cosecha la papa que se sirve en el restaurante del hotel, el taxista que traslada a los asistentes, la comunidad que se beneficia directa e indirectamente. Para ella, el turismo es una herramienta de bienestar y de equidad. “Es uno de los pocos sectores que distribuye riqueza de manera tan transversal.”
En ese marco, la sostenibilidad no es solo un eslogan, sino una práctica: cuidar el entorno, respetar la cultura, y también garantizar que las comunidades estén involucradas, que entiendan el valor del turismo y que participen activamente. “Queremos que el turismo mejore la calidad de vida, pero también el ánimo, el orgullo, la percepción que tiene el peruano de su propio país.”
Habla también de los retos. El más urgente, la conectividad aérea internacional. Recuperar las rutas, los asientos, las frecuencias que se perdieron tras la pandemia. Y junto con eso, otro desafío: que la propia población reconozca el valor del turismo en su bienestar. “No solo promocionamos el destino. También trabajamos para que nuestra gente entienda por qué es importante lo que hacemos.”
Y de pronto, sin buscarlo, llega el párrafo más emotivo. María del Sol habla del equipo. Del estrés, las amanecidas, los esfuerzos silenciosos. De la logística que nadie ve, pero que permite que todo funcione. “No podríamos lograr nada de esto sin el equipo. Estoy aquí, pero detrás hay un equipo 24/7 que sostiene todo esto con una motivación enorme. Y eso también es parte de lo que mostramos al mundo.”
En la misma línea, Rafael Hernández, CEO de World Meetings Forum, complementa la reflexión. “Muchas veces se habla solo de la infraestructura, pero se olvida contar lo que hay detrás. Las personas, la vocación de servicio, el alma del destino. Lo que hace mágico a un lugar no son solo los muros o los salones, sino cómo te hacen sentir.”

Hernández subraya un punto vital: hoy más que nunca, el turismo de reuniones busca entornos emocionalmente preparados. Lugares que ofrezcan seguridad, empatía, accesibilidad. Espacios que piensen en el bienestar de sus visitantes. “El viajero MICE busca certidumbre, pero también conexión. Y en Perú, eso está muy presente.”
La conversación cierra como empezó: con una mirada sincera y con el deseo de que quienes lleguen a este país no solo vean sus paisajes, sino que sientan su gente. Que reconozcan, como dice Velázquez, que hay destinos maravillosos, sí, pero pocos con esa calidez que te hace sentir parte.
Porque detrás de todo gran evento, hay un país que se prepara, un equipo que sostiene, una comunidad que se compromete… y una historia que merece ser contada.
