En Panorama Turístico, cerramos nuestra serie de artículos dedicados a los finalistas del Ángel del Turismo en la categoría Experiencia Turística del Año con un recorrido especial por el estadio de los Diablos Rojos del México. Este espacio, más allá de ser un lugar para presenciar un juego de béisbol, se ha convertido en punto focal del turismo deportivo, cultural y gastronómico, capaz de atraer tanto a los aficionados más devotos como a turistas nacionales e internacionales que encuentran aquí un atractivo inigualable en la Ciudad de México.
La magia de los Diablos Rojos radica en su habilidad para ofrecer una experiencia deportiva con un toque único y vibrante. “Es una experiencia incomparable”, así lo define Othón Díaz, Presidente Ejecutivo de los Diablos Rojos del México, quien nos brindó esta entrevista. Y es que al entrar al estadio Alfredo Harp Helú, los visitantes se sumergen en un ambiente donde el deporte, la cultura y la gastronomía se entrelazan ofreciendo algo para todos, sin importar si son grandes conocedores del béisbol o simplemente buscan una actividad emocionante para disfrutar en familia.
Este estadio, una joya arquitectónica que capturó la atención del público desde su inauguración, cuenta con una infraestructura moderna que eleva cada visita a otro nivel. “Es un estadio en el que se invirtieron 3,700 millones de pesos”, destaca Díaz, y donde han tenido lugar eventos de talla mundial, como juegos de grandes ligas entre los Yankees y los Diablos Rojos, lo que lo convierte en un destino imperdible para los amantes del béisbol. El diseño y las comodidades del estadio lo han hecho destacar incluso entre los estadios de ligas mayores, algo que los visitantes estadounidenses han notado, expresando que “está mil veces mejor que en grandes ligas” gracias a su ambiente animado con música, pantallas, y un sinfín de actividades que hacen de cada juego una verdadera fiesta.

Para los Diablos Rojos, el deporte es mucho más que una actividad física; es una tradición que se hereda de generación en generación. “Aquí tenemos desde abuelitos hasta niños que realmente tienen un afecto, un gusto, una comunidad”, explica Díaz, señalando que su equipo representa una parte fundamental de la identidad mexicana. Con el 38% de los aficionados de la Liga Mexicana de Béisbol apoyándolos, los Diablos no solo llenan las gradas de su estadio, sino que también movilizan a sus seguidores por todo el país. De hecho, cuando el equipo de Yucatán o Monclova visita el estadio, las aficiones de estas ciudades también se desplazan a la capital, generando así una derrama económica y un flujo turístico que beneficia tanto a la Ciudad de México como a las entidades de origen.
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Pero la experiencia va más allá del deporte; el estadio Alfredo Harp Helú es también un deleite gastronómico. Con una plaza de comida que cuenta con más de 25 opciones, los asistentes pueden disfrutar de una amplia oferta de platillos, desde comida rápida hasta propuestas gourmet, acompañadas de cerveza o cocteles, lo que enriquece la experiencia para cada visitante. Esta combinación de entretenimiento, deporte y gastronomía ha permitido que los Diablos transformen cada debilidad del pasado en una fortaleza. “La gente decía que el béisbol era aburrido; ahora, los tiempos muertos están llenos de música, dinámicas y actividades en las pantallas”, explica Díaz, detallando cómo se ha adaptado el evento para que sea emocionante de principio a fin, y donde cada persona, sea aficionada o no, se sienta parte de una experiencia que invita a celebrar.

El estadio no se queda solo en el ámbito deportivo. Al igual que las grandes franquicias deportivas internacionales, los Diablos cuentan con una tienda de memorabilia donde los visitantes pueden adquirir recuerdos, y un museo de 14 salas que no solo narra la historia del equipo, sino que también explora la conexión entre el béisbol y el arte, con piezas de artistas como Francisco Toledo y Sergio Hernández. Con su imponente velaria que corona el estadio y que, en palabras de Díaz, “la pieza más pequeña pesa 520 toneladas”, el estadio Alfredo Harp Helú es una joya arquitectónica en sí misma y un espacio que invita a explorar mucho más allá del juego.
El impacto económico del estadio es indudable. Con 660 mil personas que visitan sus instalaciones anualmente, el estadio supera la asistencia de los principales equipos de fútbol en la Ciudad de México. Gracias a convenios con empresas como Turibus, Grupo Posadas y Aeroméxico, los Diablos Rojos han logrado posicionarse como un atractivo turístico de gran relevancia. “Tenemos hasta 10 autobuses de Turibus por juego; es una locura”, comenta Díaz, resaltando la alta demanda y el interés que despierta el estadio no solo entre los residentes de la ciudad, sino también entre los visitantes de otras partes de México y el extranjero.
Para los Diablos Rojos, su misión es clara: transformar cada visita en un evento inolvidable, un espacio donde el amor por el béisbol se une a la experiencia cultural y de entretenimiento. Es este enfoque integral, que reúne deporte, arte y gastronomía, lo que convierte al estadio de los Diablos Rojos en una experiencia verdaderamente única, un finalista más que merecido en la categoría Experiencia Turística del Año del Ángel del Turismo.
Nota: A los tres finalistas de la categoría Experiencia Turística del Año les extendimos la invitación para participar en una entrevista, y sus historias fueron publicadas en el orden en que accedieron a la invitación.
