- Por Emmanuel Lamadrid Preciado
No debatamos más. Hay un punto incuestionable en el que cualquier viajero (MICE, de negocios, etc) se convierte en un hedonista visitante. Aterrizar en un aeropuerto nuevo, pasar por un señalamiento de “Bienvenidos a …” son siempre predisposiciones intrínsecas sobre ver, probar, escuchar, conocer o vivir algo nuevo, o al menos es en muchos casos es la expectativa.
En una era en la que muchos dicen “viajar está sobrevalorado”, yo podría decir entonces que “la tolerancia está sobrevalorada”, que “la moral está sobrevalorada” o que “la felicidad está sobrevalorada” y tal vez podría ser, pero cómo la frase que se le atribuye a Voltaire: “estoy en desacuerdo pero hasta con la vida defenderé el derecho de expresar lo que piensas”, personalmente no me parece sobrevalorado.
Si fuese el caso, y estuviese sobrevalorado viajar, ¿cómo se explican algunos comportamientos naturales en tantísimas personas?; ciertamente moverse del lugar de origen a otro destino en el que no se había estado y se estará por un tiempo determinado, representa algunos “ritos” que eventualmente se convierten en extrañas manías puestas
en práctica cada que se presenta un viaje: salir del hotel para andar por ahí sin rumbo , hablar con gente desconocida, buscar esos lugares escondidos para comer y un largo etcétera. En cientos de veces he notado como personas que están en un destino por un corto tiempo y para un fin determinado -no de ocio- terminan por darse una “escapada” en algún momento de su agenda para conocer el lugar en el que se encuentran.
He escuchado historias de “estuve unas horas pero aproveché para caminar por el centro” o “no me quería ir sin probar ese platillo oriundo” o aquella trillada frase de “si fui a este lugar y no visitaba ese punto es como si no hubiese ido”, es decir, creo que existe un tema de
cultura, (lo que quiera que esto signifique para cada quien) pero que en el fondo, representa la oportunidad de algo nuevo o que gusta.
Esta conducta interesantísima de romper un tanto los espacios comprometidos para satisfacer la curiosidad de conocer o reconocer un lugar me parece un gesto de “cándida
rebeldía” , ya que es una cuestión de apropiamiento en la vida del individuo y que por redundante que parezca es tener un pedacito de ese mundo para la persona.
Salirse un poco antes de una Expo para recorrer las calles de aquél lugar, comer fuera del itinerario que marca un Congreso, desayunar en aquél mercadito en lugar de hacerlo en el “Salón Expresidentes” del hotel como lo marca el programa de cierta Convención, son
algunos ejemplos de las “licencias” que se toman asistentes/participantes y que no podría yo tener un juicio sobre si esto está bien o está mal.
El “deber ser” es cumplir cabalmente y al pie de la letra el programa, pues estos en gran medida son configurados para brindar la mejor experiencia a los asistentes, sin embargo en algunas ocasiones, bajo justificación de no tener suficiente tiempo para estar en ese
destino, en un acto de autocomplacencia, el asistente toma tiempo en los horarios
del itinerario para su también propia manera de aprender de la cultura y
aprehender uno que otro souvenir.
Para quienes nos gusta viajar, todo es experiencia, no todas son cómodas pero siempre aprendizaje. Los viajeros -por los fines que sean- somos ciertamente hedonistas pero también buscamos dejar un poco de nosotros en los lugares a donde vamos, sabemos también que “nos juzgarán” por ser de donde venimos, por eso siempre donde estemos nos gusta hablar bien de los lugares de donde provenimos, ya que mucha de nuestra manera de ser la marcó nuestro origen y es parte de lo que somos.
*Emmanuel Lamadrid Preciado, MBA, CEM – Master in Business
Administration (MBA) por parte del Instituto Panamericano de Alta
Dirección de Empresas (IPADE). – Certified in Exhibition Management
(CEM) por parte de la International Association of Exhibition and Events
(IAEE). – Director General de DisplayArt “Soluciones Globales en
Exposiciones” empresa especializada en diseño y montaje de eventos.
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