Que todo México sea un Área Natural Protegida

Por José García Frías

La visitación no controlada y sin reglas o códigos de conducta en los sitios turísticos pone en grave riesgo a los ecosistemas, por lo que cobra especial importancia difundir, particularmente entre los turistas, la importancia de cuidar nuestra riqueza natural, pero desde una perspectiva racional, no como mera imposición o prohibiciones, sino explicando las consecuencias de afectarla versus los beneficios que brinda a la humanidad la conservación.

Debería ser fácil cuando los argumentos son tan sólidos, dado que nos ofrecen servicios ambientales vitales como el agua, el aire puro que respiramos y hasta nos suministran alimentación, además de otros muchos, como los insumos para medicamentos o su función como barreras contra huracanes y demás fenómenos naturales, cuando se encuentran en buen estado. 

En sus recorridos por los diversos destinos nacionales, los viajeros tienen el contacto directo con los ecosistemas, ya sea que se trate de playas o ríos, bosques, montañas, selvas, manglares, humedales, zonas marinas o desiertos, por lo que está al alcance de su mano cuidar o afectar estos ambientes, y esa es justo la oportunidad, cuando es más fácil enamorarlos de la diversidad de especies y sus entornos, porque lo están viviendo en ese momento.

¿Quien no se conmueve cuando ve nacer a cientos de tortuguitas marinas, o ante las imponentes migraciones como las majestuosas ballenas, las Mariposas Monarca, las aves o frente a la belleza del mar, los volcanes y los atardeceres? Si complementamos esa vivencia con la información específica, estratégica, lograremos un impacto verdadero.

Un claro ejemplo de buenas prácticas son las áreas naturales protegidas de México, en las que se lleva a cabo un real turismo de naturaleza, donde hay reglas claras de conducta, información, accesos controlados de acuerdo con las características del ecosistema, donde se asume el compromiso de causar el menor impacto sobre el medio ambiente y la cultura de las comunidades.

Esta mecánica de conservación contribuye además en la generación de ingresos para las poblaciones locales que, por supuesto, está enmarcado en los tres ejes de la sostenibilidad: económico, social y ambiental, donde cada visitante se va con algo más que haber disfrutado del descanso, la relajación, la buena atención, calidad de servicios y la belleza paisajística, se lleva conciencia.

Quienes nos dedicamos al turismo debemos tratar de replicar este esquema y transformar al país completo en un área natural protegida, sin decreto, sólo por convencimiento, convirtiéndonos en promotores, tanto hoteleros como guías de turistas, agentes de viajes, líneas aéreas, autoridades, empresarios, sobrecargos, periodistas, prestadores de servicios, publirrelacionistas, taxistas… ¡todos! De esta forma, el sector contribuirá a alcanzar los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible planteados en la Agenda 2030 de la Asamblea General de las Naciones Unidas.

Si bien es cierto que muchas empresas turísticas ya están tomando cartas en el asunto, como las de la rama hotelera, de aviación y los centros de convenciones, entre otros, certificándose en la implementación de procesos en su operación para el uso racional de energéticos, cuidado del agua y disminución de la huella de carbono, aún falta mucho por hacer. Recordemos que el cambio climático ya está causando severos daños al planeta, pero estamos a tiempo de poner nuestro granito de arena como sector para reverir su efectos negativos.

Deja un comentario